Hace unas horas ha tenido lugar otro de esos momentos vergonzosos de nuestra historia como civilización aparentemente inteligente. Estados Unidos ha ejecutado por primera vez a un preso asfixiándolo con gas nitrógeno, nunca probado hasta ahora. Lo cierto es que la historia de las ejecuciones de condenados a muerte en Estados Unidos está repleta de momentos infames, aunque el de Ruth Snyder, si cabe, tiene un lugar aún más especial al reflejar la parte más detestable de toda una sociedad.  

La historia tuvo lugar en 1925. Ruth Snyder era la esposa de Albert Snyder, un director de arte de la revista MotorBoating. Ambos vivían en Queens, Nueva York. En el verano de ese año, Snyder conoció al vendedor de corsés, Judd Gray, en un mostrador de la Quinta Avenida. La pareja empezó a salir y ocultó la aventura durante muchos meses.

Dos años después, la pareja decide huir juntos. La financiación de la fuga recayó en Snyder, quien contrató pólizas de seguro de vida falsas para Albert por valor de 45.000 dólares de la época. Snyder añadió una cláusula de doble indemnización que duplicaba el pago en caso de “muerte por accidente”, un término legal que significaba alguna forma de muerte fuera de causas naturales, incluidas el suicidio, el accidente o el homicidio.

Dicho y hecho. La pareja acabó con la vida del esposo de Snyder el 20 de marzo de 1927. Al parecer, Gray cubrió la cara del hombre con un trapo empapado en cloroformo y luego lo estranguló con el alambre del marco de un cuadro. Por supuesto, la idea consistía en simular el homicidio como un robo, pero las autoridades nunca se lo creyeron. Además, a los asesinos se les había olvidado un pequeño detalle: el cuerpo de Albert apareció con los pies atados pero no con las manos. Es más, el presunto ladrón no logró robar el reloj de bolsillo de oro de Albert ni su cadena de platino.

Ruth Snyder.
Foto: Dominio Público.

Aunque Snyder y Gray inicialmente mantuvieron su inocencia, finalmente confesaron y se echaron la culpa mutuamente. El estado acusó a los amantes de asesinato en primer grado y tuvieron una condena en un juicio muy publicitado que terminó en mayo de 1927 con sentencias de muerte para ambos.

Fue un juicio típico de la época. Con gran afluencia de medios apiñados en la sala del tribunal junto a un sorprendente número de celebridades del momento (de hecho, el asesinato se convirtió en la base de la película Double Indemnity de Billy Wilder de 1944). 

Los medios se cebaron con la figura de la mujer. Además de criticar su ropa, su voz y hasta su rostro, la prensa presentó a Snyder como un arquetipo de la mujer excesivamente liberada de los años 20. La historia de la relación infiel con asesinato y el posterior juicio dio para un gran número de artículos y coberturas de más que dudosa ética. El caso fue noticia de primera plana en todos los medios nacionales, y tanto Ruth como Judd fueron fotografiados constantemente para historias y chismes sin verificar. 

Por todo ello, la prisión de Sing Sing, a unos 50 kilómetros al norte de Nueva York, puso especial énfasis en que ningún fotógrafo debía estar presente en la ejecución. No hace falta explicar que tras la tinta y el morbo generado en los medios, el público quería ver y saber lo que iba a ocurrir entre rejas.

Imagen: Dominio Público.

Y aquí aparece en la historia la figura del editor del Daily News, Joseph Medill Patterson. El hombre había logrado posicionar su periódico como el más ilustrado de Nueva York, y cuando supo que la ejecución de Snyder sería la historia del año, entendió que tenía que conseguir un fotógrafo para Sing Sing.

No era una tarea fácil. Desde que se adoptó la electrocución como método de pena capital en 1888, el estado de Nueva York había prohibido las cámaras en la cámara de ejecución. Para complicar las cosas un poco más, los guardias conocían a todos los fotógrafos de los periódicos de la ciudad. Por tanto, la única forma de lograr “entrar” era reclutar a alguien de fuera dispuesto a introducir una cámara en el interior.

Patterson contacta con Tom Howard, un desconocido fotógrafo local del Chicago Tribune. Como la película para condiciones de poca luz aún no se había inventado y el flash estaba fuera de discusión dadas las circunstancias, la única opción de Howard era exponer un solo fotograma de la película el tiempo suficiente como para capturar la espantosa imagen de la ejecución. 

¿Qué hizo? Se las ingenió para pasar un cable de conexión por el interior de la pernera del pantalón, a modo de persiana, que le permitió activar el obturador de la cámara apretando una bombilla que llevaba en el bolsillo. Howard, al parecer, estuvo practicando a levantarse la pernera del pantalón, abrir dicha persiana durante unos segundos y luego cerrarla silenciosamente.

La prisión había recibido más de 1.500 solicitudes para los 20 puestos de reportero en la ejecución de Snyder. Tras asegurarse uno de estos codiciados lugares, Howard se abrió paso hasta la primera fila, con su cámara escondida debajo de su ropa.

La cámara que utilizó Tom Howard para hacer la fotografía. El Daily News lo donó al Smithsonian en 1963.
Foto: National Museum of American History

Nada más pasar las 11 p. m. del 12 de enero de 1928, el verdugo Robert G. Elliott activó un interruptor que envió electricidad a través del cuerpo de Snyder. La condenada se retorció bajo las correas mientras la corriente fluía durante dos minutos interminables de agonía, tiempo suficiente para que el cabello de la mujer comenzara a arder. Los testigos estaban en blanco, pálidos y atónitos con la escena. Sin embargo, Howard estaba centrado en su trabajo. El hombre se subió la pernera del pantalón, apretó la persiana durante seis segundos y aflojó la mano. Minutos más tarde, ponía rumbo a Manhattan en su coche. En sus manos tenía una foto terrible e histórica por su contenido.

Los editores y escritores del medio se maravillaron ante la que iba a ser una de las fotografías más impactantes jamás tomadas: Snyder en la silla, las piernas del guardia de la prisión a la derecha. La imagen en blanco y negro, tomada desde un ángulo, se recortó y publicó inmediatamente con el titular: ¡Muerta!

La portada del Daily News tras la ejecución

Hasta ese momento, los periódicos habían publicado fotografías de cadáveres, pero pocas tan estremecedoras y terribles como esa. El Daily News defendió su “hazaña” amparándose en la importancia de lo que mostraba. Sin embargo, estaba muy lejos de ser lo que decía el medio. En ningún momento se tuvo en cuenta la moral de los actos, además, aquella fue la primera instantánea que representó la muerte a manos del Estado: la muerte de una mujer, nada menos.

Una fotografía que nació por el sensacionalismo y que nunca tuvo que haberse hecho. Sin embargo, sí que cumplió un propósito cívico al confrontar al público con la realidad de la silla eléctrica. No solo eso. También planteó preguntas incómodas sobre el papel que jugó la propia sociedad en su creación. Por más que el gran público se estremeció al verla, los neoyorquinos compraron medio millón de copias de la edición adicional que llevaba la imagen, muy por encima de la circulación diaria habitual del periódico. El morbo pudo a la razón.

La imagen histórica impactó tanto al público estadounidense como al internacional. Snyder, una esposa y madre de 32 años, asesinada por matar. Su figura borrosa parecía evocar su lucha, como podemos imaginar, de sus últimos y tensos alientos luchando hasta el final.

En cuanto a Howard, recibió un bono de 100 dólares por tomar la infame fotografía. Desde ese día y durante décadas, cualquiera que asistiera a una ejecución en Estados Unidos tenía que levantarse los pantalones para ser revisado.

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