La Agencia Espacial Europea ha publicado esta semana una espectacular foto de Marte que a buen seguro hará removerse en sus asientos a los más aracnofóbicos. En ella se ven las planicies heladas del planeta rojo, de un color grisáceo, salpicadas de miles de pequeñas manchas que parecen pequeños insectos o arañas. Como no podía ser menos, la invasión de estos arácnidos imaginarios ha ocurrido en un lugar que ya de por sí despierta la imaginación: la ciudad Inca de Marte.

Pero comencemos por el principio, o sea, por las arañas. Una vez más, la pareidolia nos juega una mala pasada, y es que la foto está tomada desde órbita (por las cámaras de la ESA Mars Express Orbiter, para ser exactos). Las pequeñas manchas peludas que se ven en la foto en realidad tienen entre 45 metros y un kilómetro de diámetro. Un poco grandes para ser arañas.

Marte no tiene estaciones como las que tenemos aquí en la Tierra, pero la primavera marciana trae temperaturas más cálidas que los 123 grados bajo cero que se pueden registrar en invierno. El calentamiento, por supuesto, hace que el hielo del terreno se derrita, pero cuando el hielo no está formado por agua, sino por dióxido de carbono, lo que ocurre es que no se licúa, sino que se sublima. Ese dióxido de carbono se acumula bajo la superficie en depósitos de diferente tamaño.

El gas resultante ocupa mucho más volumen que el que tenía en estado sólido, lo que produce una pequeña explosión y un géiser de material más oscuro que se disemina siguiendo las acanaladuras del suelo alrededor del punto de ruptura. El resultado, visto desde el espacio, es un punto negro del que salen diferentes radios irregulares que recuerdan a las patas de una araña.

¿Y lo de la ciudad inca? Ese es el nombre popular que se la da a una formación geológica descubierta por la sonda Mariner 9 de la NASA en 1972. Su nombre oficial es Angustus Labyrinthus, y se trata de una red de crestas naturales que forman un patrón geométrico que recuerda al de algunas ruinas del imperio Inca. De nuevo, ,la distancia engaña, y es que el valle que alberga estas formaciones, posiblemente el resultado del impacto de un meteorito, tiene 86km de lado. Un poco grande para tratarse de una ciudad.

A menos, por supuesto, que fuera una ciudad de gigantes incas extraterrestres y las arañas (también gigantes y no menos extraterrestres) acabaran con ellos. No hay límites cuando las teorías de la conspiración se ponen hollywoodienses.

Las crestas de Angustus Labyrinthus, en una simulación a vista de pájaro | Imagen: ESA / DLR / FU Berlin

Las crestas de Angustus Labyrinthus, por cierto, se formaron muy probablemente como resultado de grietas por las que salió magma tras el impacto en esa zona. La geología marciana tiene un extraño sentido del humor.

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