No somos tan diferentes como creemos de civilizaciones que estuvieron en el planeta hace 4.000 años. Por tanto, en la Antigua Roma casi podríamos decir que somos primos-hermanos, tanto para la bueno como para la malo. La carta que vamos a relatar a continuación tiene a un ilustre protagonista. Plinio El Joven podría ser recordado por escribir el único relato de un testigo ocular de la destrucción de Pompeya en el 79 d.C. Sin embargo, y desde hoy, también lo vas a recordar por la carta que le escribió a un amigo que le dejó “plantado” en una cena en su casa. Hay cosas que se repiten hoy y hace 2.000 años.

Lo que le hizo el amigo a nuestro ilustre protagonista es lo que los tiempos modernos denominan como Ghosting. Su respuesta no puede ser más humana tampoco, ya que si hay algo que siempre hemos estado a lo largo de la historia, es comprometidos con la queja, en este caso, posiblemente mezclada con otros sentimientos como la traición o la ira, según parecen deslizar las palabras del pobre Plinio.

Erupción del Vesubio.
Foto: Dominio Público.

En cuanto a la histórica misiva, se encuentra en las colecciones modernas de correspondencia de Plinio el Joven. En la misma, reflexiona sobre algo con lo que todos podemos identificarnos al sentirnos engañados por un amigo. 

Para preparar el escenario, Plinio había invitado a Septicius Clarus a unirse a él para comer, tomar vino y conversar. Sin embargo, su amigo nunca apareció, por lo que Plinio envió una carta de desaire, un monumental cabreo que pasamos a transcribir:

¡Qué vergüenza! ¡Prometiste venir a cenar y nunca viniste!

Te llevaré a los tribunales y pagarás hasta el último centavo por mis pérdidas, ¡y una suma considerable! Para cada uno de nosotros había una lechuga, tres caracoles y dos huevos, agua de cebada con vino de miel enfriado con nieve (hay que añadir también el coste de la nieve, sobre todo la nieve, que se derrite en el plato). Había aceitunas, remolachas, calabazas, cebollas y otras innumerables delicias no menos elegantes. Habrías escuchado a actores de comedia, o a un lector, o a un lirista, o incluso a los tres, ¡tal es mi generosidad!

Pero preferís cenar en casa de algún don nadie, disfrutando de ostras, callos de cerda, erizos de mar y bailarinas de Cadiz. Serás castigado por esto, no diré cómo. ¡Qué grosería es ésta! Quizás te envidiaste a ti mismo y ciertamente a mí, pero sí, también a ti mismo. ¡Qué bromas, risas y aprendizaje hubiéramos disfrutado!

En muchas casas se puede cenar con platos más elaborados, pero en ningún otro de manera más cordial, inocente y despreocupada. ¡Adiós!

Estatua de Plinio el Joven.
Foto: Dominio Público.

Por cierto, por mucho que Plinio se enfadó por el desplante, finalmente perdonó a su amigo, como quedó recogido en la dedicatoria de esta carta.

Y ya que estamos hablando de “quejas” históricas, vamos a añadir la más antigua conocida en la historia, una que se encuentra en una tablilla cuneiforme de la antigua Mesopotamia. La pieza arqueológica en cuestión, que data aproximadamente del año 1750 a. C., se encontró en la antigua ciudad de Ur, famosa por su impresionante Zigurat, ubicada ahora en el actual Irak. 

La tablilla es un mensaje de queja de un hombre llamado Nanni a un proveedor conocido como Ea-nasir. De hecho, en la carta hay más de una queja. Al parecer, Ea-nasir entregó cobre de calidad equivocada después de su viaje por el golfo Pérsico para recoger el metal. También es responsable de la mala dirección y los retrasos en una nueva entrega. Y para colmo, el hombre parece que fue especialmente grosero con los sirvientes que Nanni envió a recoger la entrega.

Veamos la monumental, histórica y más antigua queja que ha quedado registrada:

¿Por qué me tomas para tratar a alguien como yo con tanto desprecio? (pregunta Nanni). He enviado como mensajeros a caballeros como nosotros para recoger los bolsa con mi dinero (depositado en tu poder), pero me has tratado con desprecio al enviármelo varias veces con las manos vacías, y eso a través de territorio enemigo.

¿Hay alguno entre los comerciantes que comercian con Telmun que me haya tratado de esta manera? ¡Tú eres el único que trata a mi mensajero con desprecio!

¿Cómo me has tratado por ese cobre? Me retuvisteis mi bolsa de dinero en territorio enemigo; Ahora te toca a ti devolverme (mi dinero) en su totalidad.

La queja más antigua.
Foto: British Museum. CC BY-NC-SA 4.0

En este punto y antes de concluir la carta, debemos añadir que, después de todo, sospechamos que Nanni no tuvo otra opción que comprar con Ea-nasir, ya que concluyó la carta de la siguiente manera:

Ten en cuenta que (de ahora en adelante) no aceptaré aquí ningún cobre tuyo que no sea de buena calidad. (De ahora en adelante) seleccionaré y tomaré los lingotes individualmente en mi propio patio, y ejerceré contra ti mi derecho de rechazo porque me has tratado con desprecio.

Esta maravilla en forma de cápsula del tiempo escrita forma parte de la colección permanente del Museo Británico, aunque no suele estar en exhibición. El idioma de la tablilla es el acadio, el semítico más antiguo conocido (son idiomas que se originan en el Medio Oriente, incluidos el hebreo, el árabe y el arameo) y está escrito en cuneiforme, que se utilizó para escribir el idioma sumerio, y que no tiene relación alguna. 

Y sí, la respuesta de Nanni se puede entender perfectamente también como la primera reclamación a atención al cliente de la historia.

4.000 años han pasado desde entonces, y seguimos exactamente igual, o peor.

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