El primer plano a modo de tráiler nos da una idea de lo que vamos a ver en los apenas tres minutos y medio de secuencia. Nos encontramos en un pueblo de Bengala Occidental (India). Un lugar único en el planeta, ya que junto a los residentes humanos, habita pacíficamente la cobra monocular (Naja kaouthia), con suficiente veneno para matar a 10 personas de un solo mordisco. Entonces aparece la serpiente en el plano, y parece que ha detectado el olor de la presa. 

La escena, lanzada hace pocos meses, pertenece al documental de la BBC, Planet Earth III, narrado, como no, por Sir David Attenborough.

Como decíamos, lo que vamos a ver a continuación es doblemente asombroso. En primer lugar, por la capacidad del equipo de filmación para lograr una escena tan peligrosa que podría mirar de frente a cualquiera secuencia similar del mundo del cine. En segundo lugar, y como contaremos después, porque en el enclave se ha producido un hecho inaudito: esta clase de cobra letal ha acabado conviviendo con los habitantes del pueblo de forma pacífica.

Con la cobra en los talones

Como explica Attenborough, cada punta de la lengua bífida de la cobra recoge señales químicas de la presa, en este caso el sapo, y ayuda a revelar su posición. Sin embargo, de cerca, la serpiente depende del movimiento para localizar con precisión a su presa. El sapo debe elegir el momento para escapar.

Ocurre que cada vez que toca el suelo, el sapo deja un olor. Puede esconderse, pero el rastro va a conducir a la serpiente hasta allí.

Veamos la trepidante escena:

Como vemos, estas cobras no sólo cazan en el pueblo, literalmente viven allí, con los humanos. Han encontrado un hogar donde los aldeanos hindúes las veneran y las consideran semidioses. De forma asombrosa, uno de los animales más temidos del planeta ha encontrado un lugar donde es aceptado y puede convivir con los seres humanos.

Tras el lanzamiento del capítulo, contaba la cadena británica que en su estancia en el pueblo se encontraron con escenas que jamás hubieran pensado. La letal cobra se deslizaba a poca distancia de grupos de niños que caminaban hacia la escuela. Tanto la serpiente como los niños parecían totalmente impasibles. 

La cadena iba con un guía de seguridad y científico de serpientes que les explicaba lo que estaban viendo. Cuando la BBC le preguntó por qué creía que las serpientes se mostraban tan tranquilas, el guía hizo una pausa, reflexionó y luego respondió: 

Se necesitarían años de estudio por parte de ecologistas, zoólogos, genetistas y antropólogos para siquiera arañar la superficie de cómo se ha desarrollado esta tolerancia.

Imagen: BBC

La pregunta no era baladí, ya que, por lo general, las serpientes venenosas son difíciles de observar en la naturaleza; si ves una, normalmente están tratando de huir de su antiguo enemigo (el humano). Un hecho y una relación, la de los humanos y las serpientes venenosas, que no es nueva. Es más, muchos científicos creen que el miedo a las serpientes está integrado en nuestro ADN, una adaptación que hemos heredado de nuestros ancestros primates. 

Sin embargo, dicho miedo va en ambos sentidos. Un estudio reciente sugiere que las cobras africanas desarrollaron la capacidad de escupir veneno como respuesta defensiva a nuestros antepasados en la época en que comenzaron a caminar erguidos. Con ambas manos libres y la capacidad de golpear a las serpientes con palos, las cobras antiguas pueden haber evolucionado para escupir como un mecanismo de defensa de largo alcance.

En cuanto al pueblo indio, se cree que la tolerancia entre las serpientes y los aldeanos se remonta a cientos de años. Se mantiene una creencia religiosa local de que las cobras son semidioses, representantes de la diosa serpiente Jhankswari. Las cobras, llamadas cariñosamente “ancianas”, son veneradas hasta el punto de que sólo los sacerdotes de la casta brahmán pueden tocarlas.

Imagen: BBC

De ahí que un día normal en el pueblo se pueda ver gente recorriendo el enclave junto a docenas de cobras moviéndose tranquilamente como parte de la escena cotidiana, moviendo intermitentemente sus lenguas y sondeando las cavidades agrietadas por el sol mientras los aldeanos siguen con sus vidas. De hecho, se cree que la tolerancia religiosa única de las cobras ha cambiado constantemente su comportamiento: ahora se mueven más lentamente y es menos probable que ataquen cuando se las molesta.

En cuanto al modo de caza de esta cobra, la BBC identificó en sus grabaciones una serie de pasos que se repetían. Los últimos días podían detectar instantáneamente cuando una cobra estaba siguiendo el rastro olfativo de su presa, porque su cuerpo parecía decidido mientras se movía, y su lengua se movía regularmente para recoger fragmentos diminutos de los rastros olfativos dejados por su presa desprevenida.

Sin embargo, cuando la presa huye, la cobra pasa a usar su visión y reacciones ultra rápidas para perseguir y administrar una inyección fatal de veneno. Aunque en este fascinante caso, dedicado a presas que no sean humanas.

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