El Monte Vesubio ardía en varios lugares… Una nube negra y espantosa que estallaba en ráfagas de vapor serpentino ígneo de vez en cuando se abría para revelar llamas largas y fantásticas, parecidas a relámpagos, pero mucho más grandes… Cayeron cenizas… y luego también piedras pómez, con rocas ennegrecidas, chamuscadas y agrietadas por el fuego… 

La escena descrita por Plinio el Joven ocurrió una tarde de agosto del año 79 d.C. De los más de 20.000 habitantes de la ciudad de Pompeya, varios centenares murieron ese día en sus casas y en las calles. El resto huyó hacia el mar.

Imagen: Dominio Público

Tuvieron que pasar muchos siglos para que alguien encontrara los restos que delata el molde de la imagen de portada. Dicho molde de yeso se hizo sobre el esqueleto de un perro durante las excavaciones de la domus de Vesonius Primus en Pompeya en el siglo XIX. 

Su figura delata sin género de duda su muerte: el perro conserva el collar con el que estaba atado a una cadena, lo que le impidió escapar durante la erupción. La cavidad del perro de Pompeya fue descubierta el 20 de noviembre de 1874 en la casa de Marco Vesonio Primo, en el “Fauce”, el pasillo de entrada de la casa. La vivienda estaba ubicada en la VI Región, Insula 14, Nr. 20.

Imagen: Claus arrestor/Wikipedia/CC BY-SA 3.0

Hoy sabemos que durante la erupción, el desafortunado perro, que llevaba su collar tachonado de bronce, se dejó abandonado a su suerte encadenado en el lugar asignado para vigilar la casa. Allí se asfixió bajo las cenizas mientras su cuerpo se retorcía con la llegada de las primeras brasas.

El perro es hoy una figura significativa del horror que se vivió en Pompeya. Una más, ya que se han encontrado muchas de las formas retorcidas de las víctimas (humanas y animales) del Vesubio en sus momentos finales. Restos luego convertidos en los famosos moldes de Pompeya.

Imagen: Dominio Público.

En 1870 se crearon más de 100 moldes vertiendo yeso en los huecos de ceniza volcánica calcificada que dejaron los cuerpos en descomposición durante la famosa erupción volcánica. Los pocos fragmentos restantes del esqueleto estaban incrustados en los moldes. 

Hace un año, comenzaron a realizarse una serie de estudios sobre los moldes tratando de evaluarlos con el fin de descubrir más sobre esta sociedad condenada al fracaso. Al parecer, al analizar la química de los restos mediante un escaneo de fluorescencia de rayos X no invasivo, un equipo de arqueólogos detectó concentraciones alteradas de fósforo y calcio en algunos de los huesos.

Dicha medida les permitió determinar qué huesos habían estado más contaminados. Luego pudieron identificar los restos con la menor interferencia del yeso para su posterior análisis.

Molde de yeso de una de las víctimas humanas del Vesubio.
Imagen: Wknight94/Wikipedia/CC BY-SA 3.0

El estudio, que se publicó en PLOS, mostraba unos resultados que venían a respaldar  teorías anteriores, junto con evidencias circunstanciales de la posición de los cuerpos de Pompeya y los objetos circundantes, sobre el trágico desastre natural que acabó con la antigua metrópolis de Pompeya, aquella que una vez fue vibrante y próspera.

Aunque el yeso alteró la química de los restos humanos, también ayudó a preservar otra información, incluidas las posiciones de las víctimas o algunas de sus expresiones, junto a la presencia de prendas y otros objetos. Según contaron los autores en su trabajo:

El uso de yeso como consolidante afectó significativamente los perfiles elementales de algunos huesos analizados. Dicho esto, ahora sabemos que los cuerpos estaban tirados en el suelo tratando de cubrirse con ropa, y las finas cenizas tomaban la forma de los objetos circundantes, incluidos textiles finos.

Imagen: Giorgio Sommer/Metropolitan Myseum of Art/CC0 1.0

Con el estudio de 2023 se confirmó lo que ya se sugería desde hace tiempo. Que las víctimas del volcán, al menos las que murieron en Porta Nola, murieron por asfixia por el gas y las finas cenizas que surgieron del derrumbe de la cúpula de lava del volcán. Aunque es posible que todavía no hiciera mucho calor, “la exposición a las cenizas finas sólo se puede tolerar durante unos minutos, incluso en concentraciones bajas”, contaban los investigadores.

En el fondo, tuvieron suerte de que fuera así, ya que lo que vino después fue lo más parecido a una ola brutal de gas y cenizas incineradoras. “Los cuerpos bajo la alta temperatura (más de 250˚C) de las cenizas dejadas por la corriente piroclástica sufrieron un ‘efecto horno’ y las cenizas ‘cocidas’ dejaron su huella en una cavidad, quedando solo huesos para muchos siglos”, contaron.

Como resultado, el perfil químico de los huesos coincidía con los de los individuos cremados de la era anterior a la erupción. Las cavidades que contenían la piel antes de ser cocida y descompuesta son las que los futuros arqueólogos rellenaron posteriormente con yeso.

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