En el año 2003 se estrenó en los cines el pretendido blockbuster The Core, del director Jon Amiel. La trama nos transportaba a un escenario donde la Tierra deja de girar, haciendo que los elementos y seres vivos del planeta comiencen a actuar de manera extraña. En un intento por hacer que todo “vuelva a la normalidad”, la humanidad debe llegar al núcleo de la Tierra y, atención, detonar explosivos con la esperanza de reiniciar el núcleo del planeta para que gire otra vez. Esta es la historia del film cuyo fracaso científico dio origen a un teléfono de línea directa para que los cineastas estuvieran informados de lo que es y lo que no es “ciencia”.

El film, protagonizado por Aaron Eckhart y Hilary Swank, seguía a un grupo de investigadores, ingenieros y astronautas en su alucinado viaje al centro del planeta para reiniciar la rotación del núcleo. Ocurre que, en el camino, se equivocan en casi todos los principios científicos que pueden equivocarse. Veamos el tráiler:

La película está repleta de momento divertidos, aunque no buscados por los guionistas. Por ejemplo, los científicos del film se refieren constantemente al campo “electromagnético” de la Tierra cuando, que sepamos, la Tierra tiene un campo magnético, algo ciertamente diferente. De hecho, este campo se rompería si el núcleo dejara de girar, pero los resultados que se ven en la película, como personas con marcapasos que caen repentinamente muertos, son ridículos. 

Una vez que el campo se haya descompuesto por completo, el profesor de geofísica Josh Keyes (Eckhart) advierte que el planeta no tendrá protección contra la radiación solar y todo lo que haya en la superficie se cocinará hasta morir. Esto es en parte cierto, pero el método que usa para ilustrarlo ante una sala llena de funcionarios gubernamentales es, cuanto menos, hilarante.

Veamos la escena donde la Tierra toma la forma de un melocotón en llamas: 

Luego aparece un término muy conocido por los amantes de la ciencia ficción: unobtainium. El mismo se suele usar para describir cualquier material que posea propiedades extraordinarias que son únicas o imposibles de obtener en el mundo real y, por lo tanto, serían algo así como “inobtenibles” (de ahí el nombre). A este término se han adherido infinidad de películas para dar un triple salto mortal, y The Core no iba a ser menos.

¿Cómo? Los científicos e ingenieros de la trama utilizan el material mágico para construir una nave capaz de vaporizar rocas. Una vez dado el salto mortal, todo vale, ya que así planean excavar miles de kilómetros a través de la corteza terrestre y el manto hasta el núcleo, donde la nave de alguna manera resistirá el inmenso calor y presión mientras sus pasajeros despliegan (redoble) bombas para crear una explosión nuclear “controlada” y así reiniciar la rotación del núcleo.

En este punto del desarrollo del guión suponemos que no había un solo científico en la sala, aunque ni siquiera haría falta un erudito para darse cuenta de que algo no acababa de cuadrar en el plan.

¿Suficiente? Nop, hay más. Puestos a pensar que la humanidad puede adentrarse hasta el núcleo de la Tierra y lanzar bombas nucleares capaces de hacer girar (otra vez) al planeta, se pensó que faltaba la figura de un personaje muy dado a aparecer por aquellas fechas.

Sí, faltaba un hacker, pero no uno cualquiera. El piratilla (porque es adolescente, nada de un tipo con experiencia) que vemos en The Core es un experto que contrata el gobierno de Estados Unidos capaz de “controlar el flujo de información” en Internet para que no se corra la voz y la población no entre en pánico si descubren lo que está pasando. ¿Su nombre? Rat.

Veamos el momento estelar de su aparición. El gobierno acude a Rat para pedirle ayuda, el genio de la informática demuestra su valía doblando el envoltorio de chicle en una forma mágica y lo usa para silbar en el teléfono del protagonista. ¿El resultado? Llamadas de larga distancia gratis de por vida…

En este punto de lo trama, uno se pregunta si la población realmente estaría asustada del problema del núcleo y ese campo “electromagnético” de la Tierra, o de los gobernantes y el plan sin fisuras que están a punto de perpetrar.

¿No había nadie asesorando? Al parecer sí, aunque tarde. Tiempo después del estreno, el científico planetario del Instituto de Tecnología de California, David J. Stevenson, explicó al medio Salon que lo habían contratado para revisar el guión, pero no hasta que la película estuvo casi terminada. Tal y como contó:

Pensé que el contenido científico era deficiente y se lo dije a otros periodistas y personas del sector. Luego recibí una llamada del director que estaba en Hollywood. Estaba enfadado conmigo porque había dicho estas cosas. Ese fue el momento en el que me di cuenta de que él pensaba que era científicamente exacto.

Línea directa para películas “científicas”

Tras el estreno y todas las incongruencias científicas de la trama, hubo un gran debate entre los investigadores. De hecho, la película molestó tanto al profesor de física Sidney Perkowitz que lo inspiró a elaborar una colección de pautas que los estudios y cineastas podrían utilizar para mejorar la precisión científica de futuras películas.

Aquel proyecto comenzó a gestarse en los años siguientes. Las ideas de Perkowitz llegaron a nivel gubernamental hasta el entonces presidente de la Academia Nacional de Ciencias, Ralph Cicerone, quien asigna a la directora ejecutiva adjunta de la Oficina de Comunicaciones, Ann Merchant, la tarea de investigar qué más podría estar haciendo la academia para influir en las representaciones de la ciencia y los científicos en el campo del entretenimiento.

Merchant recopiló ideas de varios colegas científicos, incluido el profesor del MIT Neil Gershenfeld, quien había sido consultor sobre el informe de ciencia ficción Minority Report. Además, buscó apoyó en Hollywood, donde se unió gente director Jerry Zucker y su esposa Janet Krausz, o el actor Dustin Hoffman.

Así, en el año 2008 nace el proyecto que obtuvo un amplio apoyo dentro de la comunidad científica bajo el nombre de The Science & Entertainment Exchange, en esencia, un programa de la Academia Nacional de Ciencias que conecta a los trabajadores de la industria del entretenimiento con científicos e ingenieros para promover “una mejor ciencia en el cine y la televisión”.

Desde entonces, son infinidad de trabajos cinematográficos los que han acudido a esta “línea directa” para asesorarse sobre las tramas que tienen que ver con la ciencia. De hecho, en 2018 los investigadores del Journal of Integrative & Comparative Biology informaron que habían facilitado más de 2.300 consultas con creadores de películas, televisión y videojuegos. Films como Watchmen, Black Panther, Avengers: Infinity War, Prometheus o Thor forman parte de esta lista que también incluye muchísimas series de television como House, The Big Bang Theory o The Googd Wife.

Y de fondo, un esfuerzo que es más importante de lo que se piensa. Puede que el estrambótico argumento de The Core fuera el detonante, pero tarde o temprano iba a aparecer una figura como The Exchange. Como le explicó a Salon el director del proyecto, Rick Loverd, el entretenimiento tiene efectos reales y tangibles en los valores y creencias de las personas.

Por ejemplo, la Star Trek original inspiró a generaciones de futuros científicos, la misma Top Gun, que reventó las taquillas en los 80, provocó un aumento en los alistamientos en la Fuerza Aérea. Incluso el éxito de CSI en la tele provocó que las universidades de Estados Unidos tuvieran que construir nuevos departamentos forenses desde cero.

La razón de todo esto es bastante sencilla y ya la explicaban en su trabajo en Journal of Integrative & Comparative Biology:

Los hechos incluidos en una narrativa se retienen mejor que los aprendidos de memoria. Cuando se los transporta a una narrativa, el público absorbe fácilmente información de personajes ficticios con los que se identifica. Al no decirles explícitamente a los narradores qué hacer, sino mostrarles lo que está a la vanguardia y presentarles personas increíblemente interesantes, inspiramos a los escritores a pensar de manera diferente. Y, por sí solos, los escritores toman lo que les hemos dado y comienzan a incorporar este nuevo conocimiento en sus narrativas. No porque NAS lo diga, sino porque ahora quieren hacerlo.

En cierto sentido, el hilarante argumento de The Core hoy ya no se ve tan mal. Gracias al film hoy existe The Science & Entertainment Exchange. De hecho, The Core incluso se pone en las universidades. La geofísica de la Western Washington University, Jackie Caplan-Auerbach, acude al visionado para sus alumnos cada año durante la semana de exámenes finales. La premisa: buscar todas las incongruencias de una obra que debería convertirse por méritos propios como “de culto”.  

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