Contaba hace varios años Neal Karlen, ex de la Rolling Stone, que la verdad de lo que ocurrió en 1993 está escondida bajo tierra. En algún lugar de los terrenos de la finca que tenía “el artista antes conocido como Prince” en Minnesota, hay una cápsula del tiempo con una explicación completa mecanografiada razonando el cambio de nombre del pequeño genio de Minneapolis.

Por tanto, la pregunta sigue en el aire casi siete años después de su muerte, ¿por qué demonios se cambió de nombre?

La cuestión no es baladí si se tiene en cuenta quién era Prince antes de convertirse en un símbolo. Los músicos sueñan con el éxito, pero muy pocos llegan al siguiente nivel, el de tener un nombre que mueva millones de discos (e ingresos), el de colgar tu imagen y que las entradas de eventos multitudinarios se vendan a los pocos minutos. Prince formaba parte de ese reducido grupo de artistas en 1993, y de la noche a la mañana, lo mandó todo al traste. Ya no era Prince, ni siquiera era un nombre al que seguir, era un símbolo ininteligible que hizo saltar los estudios de Warner por los aires.

Detrás del movimiento, por supuesto, había mucho más que un cambio de nombre.

Un símbolo sin copyright

Foto: Beverly & Pack/Flickr

Prince nació como Prince Rogers Nelson en Minneapolis el 7 de junio de 1958, y emergió como una de las estrellas más importantes de la música en la década de 1980. Álbumes como Purple Rain en la década de 1980, o la banda sonora del primer Batman de Burton fueron las puertas de entrada al gran público a sus talentos eclécticos y multifacéticos. Era la definición más perfecta de hombre orquesta, un tipo capaz de cantar, tocar instrumentos y ofrecer un espectáculo eléctrico en directo que pocos, o nadie, podía igualar. De hecho, su frenética actividad musical también fue incansable en lo que respecta a su producción musical, y se rumorea que el prolífico artista cuenta con más de 500 pistas esperando que un día vean la luz.

Todo esto, que podría parecer el maná para un gigante como Warner, no se percibía así desde la productora. Prince firmó por primera vez con la compañía en 1977, cuando todavía era un adolescente, pero conforme su carrera fue en ascenso, sintió que le retenían la ingente cantidad de material que salió de su estudio. Poco después de firmar un nuevo contrato a principios de la década de 1990, el artista se irritó por el rígido cronograma de producción de la compañía. Por entonces ya promediaba un álbum por año, y Warner le negó sacar nuevo material con la rapidez que exigía Prince creyendo que saturaría el mercado y diluiría la demanda de la música del artista.

Foto: megathud/Flickr

Fue entonces cuando el cantante comparó sus obligaciones contractuales con la esclavitud y comenzó a actuar con la palabra “SLAVE” en la mejilla. Vio su propio nombre como parte de su trampa contractual. Como dijo en un comunicado:

Warner Bros tomó el nombre, lo registró y lo utilizó como principal método de marketing para promocionar toda la música que escribí. La compañía posee el nombre Prince y toda la música relacionada comercializada bajo Prince. Me convertí simplemente en un peón utilizado para producir más dinero para Warner Bros.

La intersección entre negocios y creatividad resultó asfixiante para el artista, y ni siquiera el precio de 100 millones de dólares adjunto a su último acuerdo parecía satisfacerlo. El pacto pedía un álbum por año, y Prince quería lanzar álbumes cuando le apeteciera. 

Un año antes del “cambio”, el artista creyó que había encontrado una solución. Mientras grababa en su finca de Paisley Park en Minnesota, tuvo la idea de crear un gráfico que fusionara los símbolos astrológicos de hombres (Marte) y mujeres (Venus). ¿Cómo? Pidió a un intermediario que hiciera el pedido a HDMG, estudio que ya estaba creando diseños para sus álbumes. Los empleados de HDMG esbozaron varios conceptos y Prince eligió uno. (El símbolo del amor, como llegó a ser conocido, estaba ligeramente descentrado a petición del cantante).

Lo cierto es que años después, los diseñadores involucrados en este cambio entre bastidores han explicado que tenían muy poca idea de lo que Prince tenía en mente para el símbolo, más allá de su uso para su decimocuarto álbum de estudio, conocido como The Love Symbol Album

Finalmente, en 1993, en su 35 cumpleaños, el cantante emitió un comunicado de prensa notificando a los medios y a sus fans que había cambiado su nombre por el mismo símbolo: un glifo impronunciable que parecía egipcio y una nota musical a partes iguales. “Es un símbolo impronunciable cuyo significado no ha sido identificado. Se trata de pensar de nuevas maneras, sintonizando una nueva secuencia libre”, decía el comunicado firmado por el artista.

Lo que ocurrió en las siguientes horas quedará como una de las situaciones más divertidas, brillantes o estúpidas de la industria de la música, y confirmaron a Prince, no solo como uno de los mayores talentos musicales creativos del siglo XX, sino, posiblemente también, como uno de los mayores innovadores del negocio musical del siglo pasado.

Enviando floppy disks del artista antes conocido como Prince

Cuando comenzaron a llegar las primeras noticias del cambio de nombre a los ejecutivos de Warner, nadie daba crédito. No tardaron mucho en darse cuenta de lo que había detrás del movimiento. Como explicó el abogado del artista, Londell McMillan, hace unos años, “En la mente de Prince, al cambiar su nombre por un símbolo, pensó que podía rescindir y anular el contrato. Porque ya no era signatario bajo el nombre Prince Rogers Nelson. Ahora sabemos que ese no fue el caso. Sin embargo, aun así fue un movimiento muy audaz, valiente e inteligente de su parte”.

Lo cierto es que Prince no cambió su nombre legalmente; simplemente adoptó un nuevo nombre artístico o símbolo, que resaltaba su insatisfacción con la industria discográfica y con Warner en particular. Aunque no podía eludir ninguna obligación legal, quería que a partir de ese momento se le tratara de otra manera. 

Imagen: Warner.

En Warner se podían escuchar los gritos. Como, obviamente, el símbolo no existía en el teclado de un ordenador, y todavía tenían un artista que promocionar, la compañía se lanzó a enviar por correo cientos de floppy discs a los medios de comunicación que contenían una interpretación digital de la imagen, las cadenas de televisión también recibieron un breve vídeo que mostraba el símbolo.

Conocido finalmente como el “símbolo del amor”, el apodo causó confusión entre los periodistas que intentaban cubrir al músico. Al principio, no estaba claro cómo pronunciar el símbolo ni cómo escribirlo. Los escritores que querían utilizar el símbolo se vieron obligados a instalar un archivo de texto con el mismo en sus ordenadores.

Con todo, y aquí suponemos a Prince riendo a carcajadas desde la tumba, la mayoría de los medios lo vieron claro, y para no liarse poco a poco terminaron refiriéndose a él como “El artista anteriormente conocido como Prince”.

Según contó McMillan, su abogado:

Insistió en que usáramos eso como referencia hacia él. A partir de entonces, en todos los ordenadores del equipo, tuvimos que descargar la fuente. Y tuve que usar la fuente para describir a Prince.

Lo cierto es que Prince nunca ofreció realmente una explicación convencional. “Es muy simple, mi espíritu me indicó que lo hiciera”, le dijo a Kurt Loder de MTV, en 1999. “Y una vez que lo hice, muchas cosas empezaron a cambiar en mi vida. La gente puede decir algo sobre Prince y eso me molestaba. Una vez que cambié mi nombre, no tuvo ningún efecto en mí”.

En 1996, tres años después del cambio de nombre, el contrato del cantante con Warner había expirado. Esto pareció apaciguar a Prince, quien volvió a usar su nombre de nacimiento y lanzó música como mejor le pareció mientras operaba como artista independiente. Incluso su enfado con Warner pareció disminuir con el paso del tiempo, y en 2014, dos años antes de la muerte del cantante, se asoció con el sello para reeditar Purple Rain con motivo de su 30 aniversario.

Es posible, como contaba Neal Karlen, uno de los pocos periodistas a los que el difunto músico dio acceso, que la verdad siga estando bajo la finca del artista “antes conocido como Prince”.

Por cierto, el archivo con el símbolo del cambio de nombre aparentemente se perdió en la historia hasta que Mike Wehner, de The Daily Dot, lo descubrió en un lugar poco probable.

Wehner encontró el codiciado archivo mientras jugaba el videojuego Prince Interactive de 1994, un título de aventuras que sigue a Prince mientras explora su estudio de grabación de Paisley Park Studios. Junto con obras de arte y acertijos, el juego incluyó pistas inéditas y una entrevista con el artista. Hoy en día, Prince Interactive no se puede jugar sin un emulador, pero Wehner se encontró con algo sorprendente en los archivos del título: dentro de una carpeta titulada “FONTS”, encontró un archivo de fuente llamado “PrncTrue”.

Imagen: Daily Dot

Al parecer, estaba en un formato de archivo Font Suitcase obsoleto, pero Wehner utilizó un convertidor y logró extraer un archivo de fuente TrueType del archivo Suitcase, el cual se puede descargar tanto en Mac como en PC (se puede descargar gratis desde aquí).

Me pregunto si Wehner se lo habrá enviado a Warner como broma final de toda la historia.

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