Si te gusta la criptozoología (la ciencia que estudia a los animales ocultos o sobrenaturales, conocidos comúnmente como críptidos) seguro que has oído hablar de la sirena de Fiyi, un macabro cadáver momificado de lo que parece una pequeña sirena de aspecto malévolo.

En realidad habría que hablar de las sirenas de Fiyi, en plural, porque por el mundo circulan varias de estas inquietantes reliquias. Más sobre eso en un rato. Lo importante es que una de estas figuras ha sido analizada por un equipo de investigadores de la Universidad del Norte de Kentucky. El resultado no te sorprenderá: la estatuilla es una combinación artesanal de partes de varios animales muy reales. El torso, los brazos y la cabeza son de mono. Las manos rematadas en unas garras de aspecto desagradable pertenecen a un lagarto, probablemente un ejemplar pequeño de dragón de Komodo. Finalmente, la mitad inferior es la de un pez decapitado.

Una imagen de la Sirena de Fiyi analizada en la Universidad de Kentucky.
Foto Fiji Mermaid Project | Joseph Cress

El hallazgo se ha realizado sometiendo a la figura a una batería de escáneres de rayos-X y tomografías computerizadas que han revelado también varias pequeñas varillas empleadas para sujetar las partes unas a otras.

Esta sirena de Fiji en particular procede del museo de la Sociedad Histórica de Clark County, en Springfield, Ohio. Según este pequeño museo de curiosidades, la figura fue llevada a Estados Unidos por un marinero que la donó a la institución en 1906.

La fascinación por las sirenas de Fiyi

Perdo decíamos arriba que en realidad hay varias de estas sirenas. ¿De dónde salen? ¿Quién las hace?

La primera sirena de Fiyi conocida llegó a Londres en 1822 de la mano del capitán de navío Samuel Barrett Edes. El bueno del capitán compró la figura a pescadores japoneses por 6000 dólares, una pequeña fortuna en la época que sacó de fondos del propio barco. La momia del supuesto animal fantástico llegó a salir en los periódicos, pero su fama no se hizo internacional hasta años más tarde, cuando los descendientes del capitán vendieron la figura a Moses Kimball, propietario de un pequeño museo de curiosidades en Boston.

Kimball llevó la sirena a Nueva York, donde visitó a su amigo y rival Phineas Taylor Barnum, un conocido empresario de variedades y showman. Barnum vio el potencial de la figura, y se la alquiló a Kimball. Después, montó toda una campaña de marketing para exhibir la pieza. lo que catapultó la sirena a la fama.

Décadas más tarde, el museo de Barnum sufrió varios incendios y la sirena original se perdió, pero para ese entonces su popularidad había hecho florecer todo tipo de réplicas que se exhibían en museos de curiosidades y circos por todo el mundo. Esas copias también han heredado su nombre, aunque algunas han logrado notoriedad por si mismas, como el tritón de Banff, o la sirena de Peabody.

¿Qué son en realidad las sirenas de Fiyi?

Todas las sirenas analizadas hasta ahora son básicamente una grotesca figura hecha a partir de varios animales disecados, normalmente monos y peces. En febrero de 2023, investigadores de la Universidad de Ciencias y artes de Kurashiki (KUSA), en Japón, pidieron prestada una de estas sirenas a un templo local y la analizaron en profundidad, sometiéndola a todo tipo de escáneres y hasta análisis de ADN. Los resultados revelaron que era un muñeco más, aunque de excepcional manufactura. Su fecha de fabricación ronda el año 1800, la misma que la de la sirena analizada este mes en Kentucky.

El fetiche de Nyngio analizado este año en Japón.
Foto: KUSA

La hipótesis más generalizada es que las sirenas de Fiyi son fetiches, o sea, figuras de índole religioso. En este caso representan muy probablemente a un Nyngio. En la rica mitología japonesa, los Nyngio son criaturas mitad pez mitad humano no muy diferentes a las sirenas de otras culturas.

Originalmente eran portadoras de desgracias, pero su fama cambió gracias a un relato del folklore japonés titulado Yao Bikuni. El relato cuenta la historia de una joven que comió carne de un Nyngio y se mantuvo joven y saludable por más de 800 años. Desde entonces, los Nyngio se asocian con la salud y la longevidad.

Grabado japonés en madera de 1805 mostrando un Nyngio.
Foto: Dominio Público

Desde hace siglos se sabe que los artesanos japoneses fabrican estos fetiches, probablemente muchos de ellos se crearon con fines religiosos, y de hecho algunos se conservan en templos. Sin embargo, no faltan los buscavidas que los crearon para engañar a los incautos con promesas de bendiciones, buena salud, potencia sexual y larga vida. En su libro P.T. Barnum y la sirena de Fiyi, Steven C. Levi relata el caso de un pescador que fabricó uno de estos fetiches y dijo habérselo encontrado vivo. Por supuesto, antes de morir, el supuesto Nyngio le transmitió una profecía que amenazaba a todos los habitantes de la isla con la esterilidad. La única manera de evitar aquella maldición era, cómo no, poseer una imagen de la criatura que el avispado pescador se encargaba de proporcionar a buen precio.

Cuando los marineros y comerciantes occidentales comenzaron a arribar a Japón no tardaron en caer en la misma fascinación que los aldeanos de aquella historia. El apelativo “de Fiyi” no tiene nada que ver con Japón. Hace referencia al archipiélago de islas homónimas que hay en el Pacífico al este de Oceanía. Cuando Samuel Barret llevó la sirena original a Londres, las islas Fiyi eran el colmo de lo inexplorado y misterioso. De ahí el nombre.

Solo en Japón hay un total de 14 de estos fetiches. El equipo de científicos que analizó la de febrero de este año se propone ahora estudiarlas todas para poder obtener más datos sobre su manufactura.

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