Cuentan que el astronauta del Apolo 15, Jim Irwin, pudo haber tenido irregularidades en los latidos del corazón durante el vuelo de regreso a casa debido al esfuerzo excesivo y la deficiencia de potasio durante su estancia de 3 días en la superficie de la Luna. Es posible que, de ser así, su situación pudo haber contribuido de alguna manera a la intensidad de esta alucinante fotografía que tuvo lugar en agosto de 1971.

Contaba su compañero Alfred “AI” Worden, piloto del módulo de mando de la misión lunar Apolo 15, que el día de la captura pudo ver decenas, tal vez cientos de veces más estrellas que la noche más clara y oscura de la Tierra. Sin atmósfera que nublara su luz, los astronautas podían verlas a todas “hasta los límites de nuestra vista”:

Mi visión se llenó con un resplandor de luz de estrellas, había tantas que no podía encontrar constelaciones. Giré alrededor de la luna hasta donde ni la luz del sol ni el brillo de la Tierra podían alcanzarme. La luna era un círculo profundo y sólido de negrura, y sólo podía decir dónde comenzaba por el lugar donde se cortaban las estrellas. En la oscuridad y el silencio, me sentía como un pájaro de la noche, deslizándose y cayendo silenciosamente alrededor de la luna, sin tocarla nunca. Apagué las luces de la cabina. Las estrellas no tenían fin. A diferencia de otros astronautas que sólo tenían tiempo para miradas apresuradas, yo tuve muchas horas, repartidas en muchos días, para contemplar esta vista impresionante y pensar en lo que significaba. Había más en el universo de lo que jamás había imaginado.

En cuanto al momento de la alucinante captura, tuvo lugar en el regreso, de “camino a casa”. Entonces, Jim Irwin cogió una cámara Hasselblad y capturó la asombrosa perspectiva de una Tierra en cuarto creciente brillando bajo un rayo de sol. 

Por cierto, a la vuelta de su viaje, Irwin vendió 398 fotografías de la Luna a un coleccionista alemán. La NASA sentó un precedente, negándole volver a viajar al espacio a él y sus compañeros del Apolo.