El León de Monzón fue descubierto en 1849 por unos campesinos de la localidad de Monzón de Campos, en la provincia de Palencia. Las versiones varían, pero la más probable apunta a que los trabajadores se toparon con un escondite subterráneo junto a alguna de las ruinas medievales cercanas al castillo de Monzón. Es difícil saber cómo llegó hasta allí. Quizá fue parte de un botín de guerra o de un saqueo.

No se sabe cómo llegó hasta Monzón, pero sí de dónde procede. Gwenaëlle Fellinger, conservadora jefe del Departamento de Artes Islámicas del Museo Louvre, en París estudió a fondo los caracteres de estilo Kufi que decoran el cuerpo del león. Esos caracteres revelan que la pieza fue creada por artesanos islámicos de Córdoba a finales del siglo X, o principios del XI. Quizá hasta formó parte de los tesoros de la mítica ciudad palatina de Medina Azahara. Los caracteres forman las frases: “Bendición perfecta” en su lado derecho y “Felicidad completa” en el izquierdo, y se repiten en el lomo del animal junto a hermosos motivos florales cuya manufactura de grabado apunta de nuevo a los talleres cordobeses de la época.

Mortero de bronce cincelado con dos leones en las asas hallado junto al León de Monzón.
Foto: Biblioteca Museu Victor Balaguer

Junto al león también apareció un mortero de bronce de 12 caras cuya importancia para esta historia es mayor de la que parece. Ambas obras no tardaron en separarse. El león terminó en manos del pintor español Mariano Fortuny. A la muerte del artista, la pieza fue adquirida por un coleccionista francés, y pasó de mano en mano hasta llegar al Museo Louvre de París, donde se exhibe a día de hoy. En cuanto al mortero, forma parte de la colección de la Biblioteca Museu Víctor Balaguer, en  Villanueva y Geltrú, Barcelona.

Una estatua con maquinaria interna

Desde su descubrimiento, el mayor misterio del León de Monzón ha sido su función. Diversas partes de su fisonomía son móviles o integran elementos que sugieren que la figura era algo más que una simple estatua y que tenía alguna función hoy perdida en el tiempo. Para empezar no es maciza. En su vientre se abre un amplio agujero que los expertos denominan “copa globular de bronce”. La cámara conecta con un conducto que asciende en varios ángulos hasta salir por las fauces abiertas del animal. Por si esto fuera poco, la cola del león no es fija. Un remache en su base permite moverla como si se tratara de una palanca.

Vista posterior del León de Monzón en la que se aprecia su cola articulada mediante un resorte.
Foto: Departamento de Artes del Islam. Museo del Louvre

Este detalle de la cola hizo que durante un tiempo se especulara con la posibilidad de que la escultura fuera una aldaba o llamador de puerta, pero su tamaño de 54cm de largo y 31 de altura pronto descartó esa hipótesis. También se barajó la posibilidad de que el león fuera un aguamanil, o sea, un recipiente usado para verter agua. El problema de esta teoría es que el agujero de la parte inferior no es accidental o un daño provocado por el paso del tiempo. Los artesanos cordobeses que lo crearon lo diseñaron ya con ese agujero, lo que anula su uso como jarra.

Otra de las hipótesis formulada originalmente en el Louvre es que el león fuera la boca ornamental de una fuente. Los surtidores de este tipo eran comunes en la arquitectura islámica de la época, como denota el hermosísimo patio de los leones del palacio de la Alhambra, en Granada. Pero de nuevo surgen inconvenientes. El León de Monzón es demasiado pequeño. Además, las fuentes con forma de animal creadas en Al-Ándalus tenían la boca cerrada y el agua salía por un pequeño pitorro metálico habilitado en su centro. Por otra parte, la estructura interna del conducto no parece optimizada para transportar agua desde el punto de vista hidráulico, y los árabes eran expertos en hidráulica como atestiguan hoy sus sistemas de regadío y sus fuentes ornamentales.

Detalle de la fuente central del patio de los Leones en el Palacio de la Alhambra, Granada.
Foto: Jebulon | Dominio Público

En 2021, el historiador de Monzón Nicolás Villa aportó una ingeniosa hipótesis sobre el uso del león de Monzón. Según Villa, la figura era un pebetero, o sea, lo que hoy en día conocemos como un quemador de incienso. La hipótesis es hermosa porque además tiene en cuenta su cola articulada y hasta la otra pieza que apareció junto al león y que muchos quizá han olvidado a estas alturas: el mortero de bronce.

Siguiendo esta teoría, el mortero se usaba para machacar hierbas y esencias que luego eran depositadas bajo el vientre del león en algún recipiente hoy perdido y se les prendía fuego. El humo ascendía por el conducto interno del león y salía por sus fauces. En cuanto a la cola, servía (probablemente unida a piezas hoy perdidas) para absorber el humo ascendente y expulsarlo por la boca como en una especie de fuelle.

Una clave oculta a simple vista en el tejado de una catedral

Al final, resulta que ninguna de estas hipótesis estaba en lo cierto. La primera clave para desentrañar el misterio del León de Monzón estaba… en Pisa, Italia. Concretamente llevaba varios siglos reposando en lo alto de la catedral de esta ciudad.

El Grifo de Pisa que corona el ábside este de la catedral de Pisa.
Foto: Joan Banjo | CC BY-SA 3.0

El ábside este de la catedral de Pisa está coronado por una estatua de bronce que muestra a un grifo, el animal mitológico con cuerpo de león, y cabeza y alas de águila. Durante siglos, la estatua vigiló las idas y venidas de los habitantes de la ciudad. Nadie en Pisa sabía muy bien de donde vino hasta que la iglesia ordenó bajar la estatua en 1828 para exhibirla en el museo de la catedral y sustituirla por una réplica que es la que ahora adorna el ábside. Uno de los primeros en examinar el grifo de Pisa fue Michelangelo Lanci, profesor de árabe en la Sapienza de Roma y ahí llegó la primera sorpresa. La estatua no era para nada de fabricación local. Varias inscripciones en caracteres cúficos denotaban que la pieza provenía de Al-Ándalus, probablemente de entre los siglos XI y XII.

La descripción de la estatua indica tres aberturas, una en la parte posterior que parecía conectar con una cola ahora perdida. Otra en el pico y otra de gran tamaño en el vientre que conducía a una “copa globular de bronce”. En su cuerpo podían leerse las inscripciones: “Bendición perfecta” y “Felicidad completa” junto a “Alegría perfecta, paz perpetua y salud” y otras bendiciones en caracteres Kufi.

Si te parece demasiada coincidencia no eres el único. Anna Contadini, profesora en el Departamento de Historia del Arte y Arqueología en la Universidad de Londres no tardó en atar cabos al estudiar el Grifo de Pisa. Para empezar logró datar con precisión el estilo del Grifo de Pisa y su estilo y época de fabricación coinciden con los del León de Monzón. En un estudio publicado en 2002 titulado Las bestias que rugían: El grifo de Pisa y el León de Mari-Cha, Contadini además formulaba la hipótesis de que el grifo de pisa era en realidad algún tipo de autómata diseñado para producir sonidos.

El León de Mari-Cha es otra talla islámica que data de fechas similares al león de monzón y el grifo de Pisa y que fue fabricada por artesanos islámicos asentados en la región de Apulia, en el sur de Italia. Tras estudiar la estructura interior de las tallas, Contadini descarta que fueran parte de ninguna fuente o de un pebetero. Por el contrario, la experta en arte islámico cree que ambas tallas eran autómatas musicales y especula con la posibilidad de que hubieran albergado algún mecanismo capaz de emitir sonido que la cavidad metálica se encargaba de amplificar. Contadini explica:

El mecanismo que producía el sonido pudo ser similar al de una gaita, con una bolsa de piel contenida en el interior de la talla. El aire podía bombearse al interior de esta bolsa mediante algún tipo de mecanismo. Cuando alcanzaba cierta presión, el aire era expulsado subitamente por un canal acústico que terminaba en la boca de la estatua.

Contadini no llegó a estudiar el León de Monzón. En LUDD nos hemos puesto en contacto con ella para tratar de recabar su opinión sobre la función de esta pieza pero a fecha de publicación aún no hemos obtenido respuesta.

Detalle de la boca del León de Monzón.
Foto: Departamento de Artes del Islam. Museo del Louvre.

La que sí ha estudiado a fondo el León de Monzón es Gwenaëlle Fellinger. La conservadora jefe del Departamento de Artes Islámicas del Museo Louvre tiene una hipótesis aún más fascinante para explicar el peculiar interior de la talla, pero para explicar esa hipótesis primero tenemos que adentrarnos en uno de los libros más fascinantes de la cultura islámica…

El libro de los secretos de Al-Muradi

Ibn Khalaf Al-Muradi fue un erudito árabe que vivió en España en el siglo XI y autor de El libro de los secretos resultantes de los pensamientos, un extraordinario volumen en el que se describen 30 inventos que le han valido a Al-Muradi el apelativo de El Leonardo Da Vinci Islámico.

Dos páginas de El libro de los secretos de Al-Muradi que describen diferentes relojes.
Foto: Dominio Público

El libro de los secretos describe en detalle máquinas de asedio, máquinas voladoras y hasta un traje de buceo. Según el historiador Donald Hilll, Al-Muradi debería tener el crédito por haber inventado el primer reloj de engranajes. El ingeniero andaluz también fue de los primeros en emplear mercurio en lugar de agua para mover estos engranajes. Sin embargo, en El Libro de los Secretos también se describen 15 relojes de agua. Entre ellos hay uno que emplea un sofisticado conjunto de engranajes para hacer que se abra una de 24 puertas que marcan las diferentes horas del día. Al mismo tiempo, la rueda principal del reloj libera dos pequeñas bolas metálicas que son escupidas por dos cabezas de león para caer sobre un mortero, marcando así la hora con un sonido tintineante.

¿Alguien ha dicho leones y morteros?

En una conferencia celebrada en junio de 2022, Gwenaëlle Fellinger cita el Libro de los secretos de Al-Muradi para formular una nueva hipótesis. Según la conservadora, el León de Monzón pudo ser un autómata aún más sofisticado que el Grifo de Pisa y su uso era precisamente el de marcar la hora. Una serie de engranajes hacían que la estatua escupiera una pequeña bola metálica hacia el mortero de bronce, marcando así el paso de una hora.

A la izquierda, el reloj del elefante de Al-Jazari. A la derecha, una réplica del mismo actualmente expuesta en el Centro Comercial Ibn Battuta, en Dubai.
Fotos: Dominio público y J.P. Bowen | CC BY-SA 3.0

Por supuesto, la naturaleza exacta de este mecanismo se ha perdido en el tiempo, pero atestigua los impresionantes conocimientos de ingeniería, metalurgia y física que los árabes tenían ya hace casi diez siglos. La cúspide de ese ingenio probablemente es el reloj de elefante, un sofisticado reloj de agua creado por otro erudito llamado Al-Jazari en el denominado Libro de los conocimientos de dispositivos mecánicos. Una réplica de aquel reloj es visitable hoy en el Centro Comercial Ibn Battuta, en Dubai.

Puede que el funcionamiento exacto del León de Monzón no llegue a esclarecerse nunca, pero su misterio sigue ejerciendo esa fascinación que caracteriza a las historias de antiguos eruditos y conocimientos de civilizaciones desaparecidas. Siglos más tarde, el león nos sigue contemplando con la boca abierta, burlón, como si se riera de nuestra ignorancia.

Una respuesta a «El misterio del león de Monzón»

  1. Sospecho que debía ser una especie de bombo para sortear números de lotería

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