Durante décadas, y tras la toma de fotografías por la Voyager 2 de la NASA, hemos pensado que Urano tenía un aspecto azul pálido, mientras que Neptuno tenía un tono azul más profundo y vívido. Una imagen visual extraña y desconcertante teniendo en cuenta que los dos planetas, extremadamente similares en muchos aspectos, tenían colores tan notablemente diferentes. Resulta que estábamos equivocados.

La explicación (hasta ahora) a esa diferencia en el color se debía a que las cámaras de la Voyager 2 fotografiaron cada planeta varias veces, cada uno en un solo color, y los equipos de la NASA en la Tierra combinaron esas tomas de un solo color en las imágenes compuestas de múltiples tonos que vemos hoy. En el proceso, mejoraron las imágenes para resaltar más ciertas características como las bandas de nubes de Neptuno. 

En efecto, aquello resultó muy útil para los científicos planetarios, ya que al aumentar al máximo el contraste de la imagen podían detectar detalles que de otro modo pasarían por alto, pero también sesgó nuestra percepción de cómo son realmente estos dos mundos olvidados durante mucho tiempo. 

Imagen: Irwin et al./University of Oxford

De hecho, en el caso de Neptuno, aumentar el contraste también convirtió nuestra imagen del planeta en un azul intenso y profundo. Es un azul muy bonito, pero no es el aspecto que realmente tendría si estuvieras mirando por la ventana de una nave espacial que pasa por allí.

Según ha explicado el físico planetario Patrick Irwin de la Universidad de Oxford:

Aunque las conocidas imágenes de Urano tomadas por la Voyager 2 se publicaron en una forma más cercana al color ‘verdadero’, las de Neptuno fueron, de hecho, estiradas y realzadas, y por lo tanto se hicieron artificialmente demasiado azules. Aunque los científicos planetarios conocían el color saturado artificialmente en ese momento, y las imágenes se publicaron con leyendas que lo explicaban, esa distinción se perdió con el tiempo. Aplicando nuestro modelo a los datos originales, hemos podido reconstituir el color saturado artificialmente. representación más precisa hasta el momento del color de Neptuno y Urano.

Imágenes reprocesadas del Hubble de Urano y Neptuno.
Imagen: Irwin et al./University of Oxford

¿Qué hicieron para encontrar el color real de Neptuno? Al parecer, Irwin y sus colegas utilizaron datos del Hubble y el VLT para corregir las imágenes (un trabajo similar a la restauración de arte de la era espacial) y resolver así un misterio de décadas. Un trabajo que se acaba de publicar en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.

Para ello, utilizaron datos de un espectrógrafo (el instrumento que divide la luz en las longitudes de onda individuales que la componen) en el Telescopio Espacial Hubble y uno en el Telescopio Very Large, ubicado en la cima de una montaña en Chile. Los datos del espectrógrafo básicamente proporcionaron una lista de qué longitudes de onda o colores específicos estaban presentes en cada píxel de sus imágenes de Urano y Neptuno. 

Luego, al comparar esos datos con las imágenes de los gigantes de hielo tomadas por la Voyager 2, el equipo logró reequilibrar las imágenes históricas, creando versiones que muestran los planetas en colores más realistas. Así encontraron que los dos mundos son, en realidad, casi del mismo color: un azul verdoso claro. Neptuno tiene un tinte ligeramente más azul gracias a una capa más delgada de neblina en su atmósfera superior, aunque no tan azul como parece en las imágenes compuestas de la Voyager 2. 

Serie de imágenes que revelan el tono cambiante de Urano.
Imagen: Irwin et al./University of Oxford.

Fin al misterio del cambio de color de Urano

Por cierto, además de dar con el color más real de Neptuno, los investigadores también resolvieron un misterio de décadas sobre Urano. Ahora saben por qué cambia ligeramente de color a lo largo de su año, que dura 84 años terrestres. Y es que en el solsticio, cuando uno de los polos mira hacia el Sol, el planeta parece ligeramente más verde. En el equinoccio, cuando el ecuador mira al Sol, Urano es un poco más azul.

¿La solución? La orientación inusual de Urano. Está inclinado hacia un lado para que su eje de rotación sea perpendicular al plano orbital del Sistema Solar. Los polos del planeta son mucho menos abundantes en metano que el ecuador, lo que cambia la forma en que Urano refleja la luz solar allí, ya que el metano absorbe longitudes de onda rojas.

Tal y como hallaron, hay una neblina de hielo de metano que se espesa a medida que el planeta pasa del equinoccio al solsticio, aumentando la reflectividad. Esto es precisamente lo que le da al planeta su fascinante tono cambiante (y ese chiste que tanto se ha repetido en el tiempo).

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