Hace mucho tiempo (posiblemente cientos de miles de años), un río en la parte central de lo que hoy es Italia desembocaba en lo que hoy es el Mar de Liguria. A medida que el mar subía y bajaba debido a las mareas y el río movía sedimentos río abajo, se depositaban limo y tierra en todo el paisaje. Y allí, en un pequeño lugar, en lo que hoy es la ciudad de Pisa, ese mar y ese río depositaron un poco más de arena al norte y un poco más de arcilla al sur.

Si allí no se hubiera hecho nada, la historia no tendría en cuenta lo que acabamos de contar, pero resulta que en 1173 se comenzó a construir un campanario para la catedral cercana de la mano del ingeniero Bonnano Pisano, que diseñó la torre. Luego, alcanzó aproximadamente un tercio de su altura total en 1178, cuando las obras se interrumpieron por batallas con los estados vecinos. Cuando las obras se reanudaron casi un siglo después, la torre ya estaba inclinada. Pero los albañiles no la derribaron y empezaron de nuevo. Simplemente, hicieron un lado más alto que el otro para que la estructura volviera a estar a plomo.

Imagen: Dominio Público.

Pisano intentó corregirla curvándola hacia arriba mientras los constructores continuaban. Hicieron pilares en el tercer y octavo piso más altos en el lado norte. 

Esta situación se fue repitiendo durante los casi seis siglos transcurridos desde su construcción hasta los tiempos modernos, y esa inclinación icónica continuó aumentando hasta un punto en 1990 (cinco grados y medio de promedio), cuando la torre se cerró al público por temor a que estuviera al borde del colapso.

Misión: que la torre se mantenga como está

Foto: Dominio Público.

En este punto de la historia, el gobierno italiano nombró un comité de ingenieros, arquitectos y expertos en restauración histórica para decidir cómo demonios arreglar la estructura de una vez por todas. Y la forma en que lo hicieron fue realmente genial.

A comienzos de 1990, el gobierno se pone en contacto con John Burland, profesor emérito del Imperial College de Londres. Le piden al experto en mecánica de suelos que dirija una comisión de 13 miembros para salvar la estructura del derrumbe. El pesado campanario, construido en 1173 sobre ese suelo esponjoso que comentábamos, parecía desafiar las leyes de la física. 

Burland ha comentado con el tiempo que hicieron numerosos cálculos sobre el terreno, y en todos, “la torre no debería haber estado en pie”, comentaba. Según el experto, la razón principal era que la altura y el peso, junto con el suelo poroso, significaban que debería haber caído hacía siglos. En cualquier caso, no habría durado mucho más si la comisión no hubiera intervenido.

Un trabajo de resurrección que se inició en 1992. En ese momento, el lado norte de la base de la torre se había hundido, lo que provocó la pendiente con esos 5,5 grados hacia el norte de la estructura de 58 metros y 14.700 toneladas métricas. Cuando finalizó el proyecto en 2001, la pendiente se redujo a poco menos de cinco grados, dejando la torre a unos 4 metros de la perpendicular.

¿Cómo? El equipo de Burland extrajo minuciosamente unos 20 litros de tierra a la vez desde debajo del lado sur de la base e instaló de forma constante un sistema de túneles y pozos para drenar el agua que mantenía la tierra húmeda, provocando que la base se hundiera.

Las reparaciones elevaron cuatro metros la base del lado norte y levantaron con ella toda la torre. Mientras excavaban, el equipo contó que encontraron los restos de una base de hormigón que se había construido en 1828. Así, sujetaron la torre con enormes cadenas, creando una base aún más fuerte.

No solo eso. También colocaron anillos de metal alrededor del quinto piso de la torre, que se había agrietado durante la reparación, y engancharon pesos pesados con cables de acero en el lado opuesto para ayudar a asentar el edificio en los cimientos recién drenados. 

Foto: Dominio Público

Finalmente, y con el trabajo terminado, la torre se había enderezado 40 cm, llevándola a la misma inclinación que tenía en 1810. Aquel había sido el año que marcó el comienzo de un período de tremendo movimiento e intervenciones fallidas. Gradualmente se inclinó más cada año hasta 1989, cuando superó la inclinación de 5,5 grados. Fue entonces cuando la ciudad cerró el edificio a los turistas y despejó el terreno debajo, asumiendo que se caería.

Como ha explicado el propio Burland, los 4 cm adicionales ganados desde que se completó la intervención en 2001 son una ventaja adicional. La torre siguió asentándose, aunque se detuvo hace varios años. En cualquier caso, se espera que el edificio sea estable y no comience a inclinarse aún más a medida que el suelo debajo se erosiona y se mueve naturalmente. Como mínimo, los ingenieros esperan que la torre dure al menos 200 años antes de que necesite otra intervención, según las condiciones proyectadas del suelo y la calidad de la piedra. 

Por cierto, los túneles y pozos subterráneos también han hecho que el antiguo edificio sea muy resistente a la actividad sísmica, un tema nada baladí en Italia, donde los terremotos han destruido numerosas estructuras históricas.

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