Tal y como ha explicado Luis Wenus, empresario e ingeniero, había una idea que llevaba días rondando en su cabeza. Wenus se preguntaba hasta qué punto un dron de juguete de los que podemos encontrar en cualquier tienda (no tiene por qué ser uno profesional), podría transformarse en un arma para la guerra. No solo eso. También se preguntó cuánto tiempo le llevaría construir algo así. “Por diversión”, como él mismo ha contado, se puso manos a la obra e incorporó un sistema de inteligencia artificial (IA) en un pequeño dron capaz de perseguir a la gente “como un juego“, recalca. No tardó mucho tiempo en darse cuenta de que podría configurarse fácilmente para contener una carga explosiva.
Wenus llamó a otro amigo ingeniero, Robert Lukoszko, para que se uniera esa misma tarde. Ambos configuraron el dron para que usara un modelo de detección de objetos “con el fin de encontrar personas y volar hacia ellas a toda velocidad”, dijo.
No solo eso. Los ingenieros también incorporaron reconocimiento facial en el dron, una tecnología que, según afirman, funciona a una distancia de hasta 10 metros. Dicho de otra forma, habían logrado en unas horas modificar un dron de juegue hasta convertirlo en una máquina de guerra, se podría utilizar una versión armada del dron para atacar a una persona específica o a un conjunto de objetivos. Según Wenus:
Esto literalmente tomó solo unas pocas horas para construirlo y me hizo darme cuenta de lo aterrador que es. Se podría fácilmente colocarles una pequeña cantidad de explosivos y dejar volar cientos de ellos. Comprobamos si hay bombas y armas, pero TODAVÍA NO EXISTEN SISTEMAS ANTIDRONES PARA GRANDES EVENTOS Y ESPACIOS PÚBLICOS.
No le falta razón al ingeniero. De hecho, Wenus, que se ha descrito como un “absolutista del código abierto” y que cree en compartir siempre código y software a través de canales de código abierto, o que promueve la libre información con el deseo de acelerar la investigación en IA independientemente de las desventajas (piensa que las ventajas siempre las superarán), en este caso concreto, no va a compartir sus logros referentes al experimento del “killer dron”.
En cambio, el ingeniero advierte de la facilidad con la que él y su colega han sido capaces de construir algo así, trasladando el temor a un futuro próximo en el que muy fácilmente se podría orquestar algún tipo de ataque con tecnología similar (obviamente, se necesitan conocimientos técnicos para diseñar un sistema de este tipo), pero incluso la propia IA facilita “guías” que podrían acelerar la construcción de máquinas similares con conocimientos amateur.
“Mi experimento demuestra que la sociedad necesita urgentemente construir sistemas anti-drones para espacios civiles donde puedan reunirse grandes multitudes”, zanja.