En el mundo del arte se había visto cerrar tratos en circunstancias inverosímiles, pero lo ocurrido en 2005 fue algo inaudito. Ese año, se cerró una enorme transacción de arte de 20 millones de dólares, y todo gracias al legendario juego de piedra papel o tijera.
La historia tiene a la figura de Takashi Hashiyama como protagonista. El hombre, ejecutivo y presidente de Maspro Denkoh Corporation, una empresa de electrónica con sede en las afueras de Nagoya, Japón, debía decidir dónde vender la colección de arte de la compañía valorada en esos 20 millones de dólares (de hace 18 años).
Su indecisión entre las famosas casas de subastas de Christie’s o Sotheby’s le tenía en un mar de dudas.
No me extraña, ya que cualquiera en su situación sopesaría con mucho cuidado la decisión final para la venta de una inmensa colección de arte donde se incluían joyas de Cézanne, Picasso, Paul Gauguin, Pierre-Auguste Renoir, Pierre Bonnard, Marc Chagall, Camille Pissarro o incluso Van Gogh. Hashiyama se pasó semanas dándole vueltas, e incluso llegó a barajar la posibilidad de acudir a un marchante privado.
Finalmente, el hombre optó por la decisión más rocambolesca que te puedas imaginar: la dos casas de subasta se jugarían el “tesoro” artístico en una apasionante partida a piedra, papel o tijera. Sí, el juego que probablemente formó parte de tu infancia iba a decidir el destino de un acuerdo multimillonario. Y aunque pueda parecerte absurdo, no era tanto para Hashiyama, ya que en Japón no es raro recurrir a este tipo de juegos de azar.
Cómo explicó después el protagonista:
A veces utilizo esos métodos cuando no puedo tomar una decisión. Como ambas empresas eran igualmente buenas y simplemente no podía elegir una, les pedí que decidieran entre ellas y les propuse utilizar métodos como piedra, papel o tijera.
Una vez que Hashiyama tomó la decisión y se la comunicó a ambas casas de apuestas, estas pusieron en marcha algo parecido a un plan con una idea de fondo: ¿Podrían encontrar a un profesional del juego de azar para niños que les hiciera ganar el contrato? Si la respuesta era negativa, ¿podrían entrenar a alguien para obtener una mayor probabilidad de hacerse con el “botín”? Y si tampoco era posible, ¿existía si quiera algún truco para que el galimatías del señor Hashiyama fuera favorable a sus intereses?
Posiblemente y tras mucho divagar, las dos casas de apuestas más famosas del planeta llegaron a una conclusión similar: no existe un sí rotundo a estas variables, pero debían intentar lo que estaba en su mano para conseguirlo.
Unos días después, las dos casas recibieron nueva información. Tenían hasta una reunión el siguiente lunes para elegir el arma con el que dar inicio al juego. Nadie se había visto en una situación parecida en el mundo del arte: la elección correcta entre piedra, papel o tijera podría significar millones de dólares en ganancias de las tarifas que las casas de subastas cobran a los compradores (normalmente el 20 por ciento por los primeros 200.000 dólares del precio final y el 12 por ciento por encima de eso).
Esta última información añadía más presión a las casas. Fueron días de hermetismo donde, por ejemplo, Kanae Ishibashi, presidente de Christie’s en Japón, se negó a comentar sus preparativos para la reunión. Sin embargo, según los rumores de alguno de sus colegas en Nueva York, pasó el fin de semana investigando la psicología del juego en la red y hablando con amigos, incluido Nicholas Maclean, director internacional del departamento de arte moderno e impresionista de Christie, sobre las opciones.
Casualidades de la vida, las hijas de Maclean, las gemelas de 11 años Flora y Alice, eran “expertas” en el juego (todo lo “experto” que uno puede ser a piedra, papel o tijera con esa edad). Al parecer, las niñas le sugirieron a Ishibashi que comenzara con las tijeras, “la piedra es demasiado obvia y las tijeras ganan al papel”. Ishibashi tocó todos los “palos” posibles para el gran momento y, a la noche, el ejecutivo de la casa de subastas también rezó e incluso espolvoreó sal para atraer la buena suerte.
¿Y Sotheby’s? En la otra casa se optó por un método algo diferente. Simplemente, pensaron que estaban ante un juego de azar y, como tal, no le dieron muchas vueltas a la preparación.
Llegó el día decisivo. Hasta el lugar donde se celebró la partida a piedra, papel y tijera más importante en cuanto al montante ganador, las oficinas de Maspro en Tokio, llegaron los dos miembros expertos de cada una de las casas de subastas (uno de ellos Ishibashi).
Una vez dentro, se les dirigió a una sala de conferencias con una mesa muy larga y les pidieron que se sentaran uno frente al otro. Los expertos de cada parte disponían de un contador de Maspro sentado con ellos.
Además, se modificaron levemente las reglas del juego. En lugar de jugar a piedra, papel y tijera de la manera tradicional (golpear el puño con la palma extendida y luego hacer el gesto correspondiente al objeto arrojado), los participantes debían escribir el nombre del objeto elegido en una hoja de papel.
Ambos escriben y le pasan el papel a un gerente de Maspro. El hombre analiza ambas respuestas. Silencio y tensión en la sala.
Ishibashi, como le había recomendado una de las hijas de Maclean, eligió comenzar con las tijeras, saliendo así vencedor, ya que su oponente de Sotheby’s optó por papel. La casa Christie’s acabó ganando uno de los contratos más importante de la historia del mundo del arte… al azar, o quizás no tanto.
Lo cierto es que el juego no era tan arbitrario como había creído Sotheby’s. Según la compañía de educación online Chegg, se trata de un ejemplo de la teoría de juegos. La formulación del dilema que ofrece el sitio web sugiere que los estudiantes creen una matriz de beneficios que suponga que la “estrategia dominante” de una empresa es “elegir siempre las tijeras”.
Es más, incluso la ciencia ha encontrado analogías en la vida real. Al parecer, algunas bacterias también exhiben una dinámica de piedra, papel o tijera cuando participan en la producción de antibióticos. La teoría de este hallazgo la demostró mediante simulación por computadora y en laboratorio Benjamin Kerr, de la Universidad de Stanford.
En cualquier caso, de aquella victoria Christie’s obtuvo unos beneficios millonarios. Cuentan los expertos que las casas de subastas dan a cada venta un nombre en clave para identificarla. Para la joya de la corona del contrato obtenido, la obra de Cézanne Large Trees Under the Jas de Bouffan, Christie’s se quedó con “Tijeras”.